Es necesario actuar Reviewed by Momizat on . Si me preguntan cuáles son las razones, tendría que responder hay gente que no quiere ver. Si me preguntan por los argumentos, respondo lo que veo en la realida Si me preguntan cuáles son las razones, tendría que responder hay gente que no quiere ver. Si me preguntan por los argumentos, respondo lo que veo en la realida Rating: 0
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Es necesario actuar

Es necesario actuar

Si me preguntan cuáles son las razones, tendría que responder hay gente que no quiere ver. Si me preguntan por los argumentos, respondo lo que veo en la realidad. Si me preguntan qué busco, respondo simplemente hay que reaccionar.

Ya están pensando algunos que soy reaccionario, golpista o desestabilizador por el simple hecho de terminar el párrafo anterior con la frase “hay que reaccionar”.

Lo cierto es que no encuentro otra expresión que permita abrir las puertas ante las indignantes situaciones que viven muchos conciudadanos en nuestra sociedad. Argentina se ha convertido en el país de la imprevisibilidad constante de un futuro cierto. Si se debe reaccionar es para evitar que la mediocridad y la desidia sigan su camino y alcance los niveles de destrucción de la sociedad misma. Usted está pensando qué dice este hombre, la sociedad no se destruye y la reacción convoca a la violencia. Pues… error. No hablo de reacción violenta, física ni revolucionaria, simplemente hago referencia a la toma de conciencia que los argentinos deben un día tomar la determinación de realizar. Y la sociedad sí se destruye, pues deja de ser libre cuando vive presa de las necesidades elementales.

La situación vulnerable de nuestra sociedad se manifiesta en cada segundo que transcurrimos en medio de la incertidumbre que genera la inseguridad, la necesidad, la carencia, la abrumadora desorientación. En cada instante que padecemos de la necesidad imperiosa de tener una estructura y un orden que genere ganas, actitud, potencial positivo de desarrollo y voluntad de “hacer”.

En la medida que sigamos inmersos en el abandono de los “principios”, en la técnica nefasta de no aplicar los “valores” esenciales y no ejercer el “sentido común” nuestra sociedad seguirá el camino de la destrucción como vínculo de convivencia, superación, desarrollo, individualidad de pensamiento. No se logrará dignidad.

La ejecución plena de políticas alentadoras al desquicio alimenta el caos y la desestabilización emocional. La clara planificación de la desidia contagia el esquive de las responsabilidades. El pretender arrear a un pueblo es designar un destino incierto de potencialidad humana en conjunto.

Argentinos sin agua. Otros no tienen comida. Falten medicamentos esenciales para prolongar la vida. La dignidad esté a merced de los antojos políticos. La desidia alimenta hospitales sin insumos. La irresponsabilidad logra la deserción en nuestras escuelas. Nuestras universidades bajaron su nivel académico para que todos puedan zafar. Los tribunales están atascados de causas por incumplimiento en el requerimiento mismo de las necesidades. Todo ello, todo eso y mucho más es lo que tenemos inmerso en la sociedad y castiga a miles de argentinos. Que la corrupción y la burocracia se lleven las soluciones es desintegrar la viabilidad de un futuro promisorio.

Sabe qué pasa amigo lector, la vida en Argentina tiene precio y el mismo lo ponen los políticos de turno con ambiciones de “poder” y no de “Patriotismo”.

Hace más de año y medio, exactamente en febrero de 2012 en esta misma revista digital he publicado “Discapacidad y deuda eterna de los gobiernos”, en las secciones “salud” y “Sociedad” que nuevamente está en destacados de portada. En ese tiempo nada cambió, al contrario, las cosas han empeorado si vamos al caso. Hace años que nada cambia con respecto al tema. Gobiernos pasaron y las falencias aumentaron. El Estado considera que la salud genera un gasto. Es lógico, viable y sabido que para cualquier Estado la salud de su gente induce una partida de dinero que debe destinarse para tratamiento, promoción, protección e investigación de la salud. La cuestión depende en la forma que se apliquen los criterios de pensamiento, utilización de la cultura y básicamente la voluntad de ser coherente. Para nuestro Estado la salud es un gasto no una “inversión”. Ahí está la diferencia. ¿Triste, verdad?

El criterio que tiene nuestro Estado en relación a la inversión en salud depende exclusivamente de factores que son ajenos a las necesidades imperiosas de supervivencia. El Estado invierte si considera que es loable a los fines últimos de la economía. Quiero decir, si la inversión trae aparejado pérdidas, entonces no se invierte. La utilidades en lo económico deben dar dividendos positivos que están relacionados directamente con los parámetros de densidad poblacional, porcentaje cuantitativos de casos que se presentan con ciertas patologías o enfermedades, infraestructuras acordes que justifiquen la inversión y por último que las asignaciones de partidas económicas no alteren los valores anuales por persona. Esto último significa que la asignación presupuestaria puede dar un cálculo de cierto monto determinado promedio de gasto en salud por parte del Estado sobre cada persona. La cuestión es simple, si ese promedio no es suficiente, se lo debe aumentar, pero eso pasa por la determinación política de realmente atender la salud.

En cuestiones de necesidades elementales como el alimento, el agua, servicios sanitarios, el Estado debe destinar partidas directamente proporcionales a las necesidades a cubrir. Es también una determinación política el hacerlo.

En cualquiera de los aspectos que se pretenda analizar las obligaciones del Estado, las utilidades económicas, reitero, dan por ciudadano en monto promedio. Mejorar esos promedios significa mayor asignación presupuestaria para brindar cobertura a las necesidades y requerimientos.

Además de lo expuesto, cabe destacar que la aplicación de los presupuestos debe ser real, que los fondos no se desvíen de su objetivo concreto y la utilización sea estructuralmente acorde a las necesidades. Es decir se utilice bien el dinero.

La credibilidad en las formas de administración se logra con los resultados. Sean estos negativos o positivos darán la variable de mayor o menor credibilidad. De ahí se desprenderá la credibilidad en el sistema y en la dirigencia. En las palabras, las promesas y los proyectos. Cuando una parte de la sociedad se la deja en el olvido y a la espera del tiempo, esa fracción no es potencialmente viable ni activamente productiva. El trabajo trae consigo mismo dignidad, proyecto, crecimiento, seguridad, educación. La alimentación y la salud simplemente vida.

Las carencias violentan al medio. El abandono engendra violencia. La impotencia despierta al odio. La sociedad se enferma.

Si repasamos la historia, veremos que nuestro país engrandecido se ha desvanecido en lo esencial como sociedad y en la practicidad de los acontecimientos se puede notar la implementación errónea de conceptos que han confundido generaciones enteras. En otras palabras, se ha venido abajo.

Por más que se pretenda convencer que nuestro país ha crecido, los resultados son tangibles al recorrerlo. Las provincias empobrecidas y los campos sin explotación. Rincones desérticos que fueron aislados y poblaciones destruidas por la falta de desarrollo. En las grandes ciudades fueron aumentando las viviendas precarias, los asentamientos se han multiplicado dando muestra del atraso en el crecimiento. Las posibilidades se han limitado al compás de las carencias.

Medir estos resultados nos da la imagen de lo incorrecto. Las erradas políticas, gestiones o administraciones como quiera usted llamarlo. Lo cierto es que las ganas se desvaneces y la actitud disminuye aceleradamente coartando las viables posibilidades de superación. Por ello dije al inicio, hay gente que no quiere ver, los argumentos lo dan la realidad, debemos reaccionar.

En la medida que realmente tomemos conciencia que las perspectivas positivas se agotan, podremos encarar el camino a poner nuevamente de pié nuestro querido país. Tenemos potencial y riquezas naturales. Tenemos la bendición de no ser víctimas de fenómenos naturales en forma asidua. Entonces debemos pensar, cambiar de actitud, reaccionar. Debemos de una vez por todas participar activamente para los cambios que necesitamos. Si con los votos no alcanza, entonces que sea con involucrarnos en “hacer”. Carlos B. Pianesi – escritor – Director de Revista Digital Ética y Moral -

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