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PERDEMOS IDENTIDAD

Ante los cambios que fueron sucediendo en nuestro país, lenta y silenciosamente vamos perdiendo como Nación

 

Desde sus inicios, siempre este país fue una tierra de esperanzas, promesas y riqueza. Un país que ha progresado con el trabajo, el sacrificio de un pueblo, con las oportunidades que ha entregado su tierra fértil con la bendición de no estar supeditado a desastres naturales de magnitud. Un país que siempre tuvo a la vuelta de la esquina el poder colmar la necesidad de su gente.

Sociedad que en su momento se manejaba con la palabra como compromiso suficiente de credibilidad y cumplimiento. Con la igualdad como premisa y la Ley como escudo inviolable de razón y justicia. Tierra con sus hombres con dignidad, acto moral, honradez y la formalidad como identidad del individuo. La buena educación, el respeto y la ética siempre nos distinguieron entre muchas sociedades. Hoy somos animales de contacto rústico, agresivos, desconfiados y en ciertas formas perversas. Hoy estamos enfrentados uno con los otros, y somos el “país” productor de quejas y demandas.

Perdimos el rumbo de la cultura. Nos hemos convertido en seres estáticos de pensamiento.

Socialmente, estamos perdidos en medio de las tinieblas del terror. Nos agazapamos ante el primer movimiento y sin tener medición respondemos con agresión sin medir las consecuencias. Estamos destruidos en lo moral, no tenemos metas fijas de buena costumbre y nuestros modelos son la avaricia y el poder de cuatro gatos locos que pretenden dominar nuestras vidas con sus antojos y esa mera actitud ególatra de enriquecerse a costillas de los demás.

Estamos en caída libre en lo social, lo político, lo económico. Como Nación ya no se le da importancia ni a lo nuestro. Estamos faltos de patriotismo regalando nuestras riquezas, esas mismas que nuestras bases indígenas tanto cuidaban y tanto defendieron.

Ya no hay credibilidad, producto de los discursos sin cumplimiento. El descreimiento producto de la corrupción. El incumplimiento de la Ley incluso por los mayores interpretes del mundo político. Los beneficios fiscales que atentan contra el mismo Estado, la impunidad progresiva que fue dando el tiempo a la hora de decir verdades.

De una Nación completa, íntegra y con futuro, nos hemos convertido en el futuro incierto a merced de esos personajes que fueron delimitando las esperanzas y destruyendo las bases sólidas de una sociedad que siempre quiso, siempre hizo, siempre luchó. Como sociedad nos hemos vuelto vulnerables a la voluntad de quienes tienen el “poder” y la inteligencia de saber manejar un pueblo, que en medio de su lucha, persiste en la esperanza de un día sonreír.

Si fuéramos tan unidos como cuando se gana un mundial, estaríamos mejor como sociedad y como Nación. Pero cada uno tira de su cuerda sin importar lo que mide el carretel. Somos partícipes de nuestra misma culpa, sabiendo que somos engañados en más de una ocasión, pero seguimos en el mismo camino sin reaccionar. Porque somos un pueblo facilista, nos gusta lo que viene de arriba y si se logra sin trabajo mejor. Hemos perdido con el tiempo la cultura del trabajo producto de lo fácil que la ganan algunos metiendo la mano en el negocio y la palabra en el olvido. En parte, somos nosotros los culpables de permitir que se siga destruyendo una Nación, pues como mucha astucia y verso fueron construyendo el legado del “no compromiso” y la responsabilidad tiene como límite el simple terreno del hoy, sin pensar en el mañana.

Los principios y los valores quedaron en el concepto frío de un texto, pasando a ser todo verbo y nada en sustantivo, pues la acción misma de los hechos nos arrastra a la destrucción como sociedad, una sociedad que no puede crecer en medio de la impunidad, el olvido y la falta de moral.

Reaccionamos con el ímpetu de llevarnos todo por delante y de pronto, nos quedamos estancados en la misma inactividad. Mayormente hacemos las cosas a medias y nos dejamos llevar por cuatro palabras y una foto. Básicamente, nos hemos dejado destruir porque no queremos problemas, pero en parte, porque nos guiaron hacia el camino de la dejadez al saber que en el final del camino la justicia existe a veces en lugar de existir siempre.

No hace falta pensar mucho para darnos cuenta que están destruyendo una Nación construida con sacrificio y trabajo pero que hoy vive en medio de la falta de justicia, de igualdad, de derechos, de educación, salud y dignidad.

Qué triste es saber que podemos lograr mucho, pero no se puede divisar la voluntad política de encaminar una Nación en miras a la certeza de saber que lo que construido hoy pueda significar un problema para mañana. Falta lo esencial, encaminar una sociedad que puede recuperar los valores y ejercitar el libre derecho de pensar. Falta una palabra en el diccionario del discurso político… “Moral”. Falta una frase que muestre un camino… “una sociedad en paz”.

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