Diferencia Sustancial

Terminar un año significa también hacer un recuento de situaciones que nos permita ver en la situación que nos encontramos con los motivos que lo originan.
Mirar los pasos recorridos y darse cuenta que en realidad hemos realizado una elección en formas y aplicación de códigos y su respectiva decodificación.” Crear, interpretar signos dependiendo de nuestra experiencia previa, definiendo el significado de la información que ofrece el emisor”
Dijo Teilhard de Chardin (religioso, paleontólogo y filósofo Francés 1881-1955) “No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual, somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”, algo que pocos entienden y muchos confunden. Los aprendizajes están por encima de los conceptos que muchas veces se emplean. La misma esencia del ser está implícita en el sentir las vibraciones justas y necesarias que nos terminan identificando como seres de bien, formalmente orientados desde el corazón, improvisadamente expuestos al devenir de las circunstancias e íntimamente ligados al dolor que nos deja sus huellas.
Científicamente se sabe, que el hombre se compone de tres partes; 1 Thetán (alma o Yo Superior), 2 mente y 3 cuerpo. El Thetán es la unidad superior, ya que sin el alma el cuerpo no tendría animación ni mente, mientras que frente a la ausencia de un cuerpo o mente, el alma sigue teniendo animación y vida. Predomina en el nivel de la percepción extrasensorial. Desde el plano físico, el ser está contenido en un 90% en el plano de vibración superior, lo que llamamos mundo espiritual. El Thetán (Yo Superior o Alma) hoy constituye un hecho científico irrefutable y la única curación válida es la que rehabilita al Thetán y no se produce a través de ninguna rama de la medicina.
Analizar nuestros comportamientos es una labor ardua y muchas veces dolorosa cuando palpamos en esencia los resultados de aquellas actitudes mal encaradas. De pronto, digo, es necesario hacer un espacio en nuestra vida y vernos por dentro lo que hemos realizado, lo actuado, lo aprendido. Las veces que nos hemos puesto una careta para cumplir con los estamentos de los estereotipos del consumo y la rutina. Esos espejos de comportamiento social que dan una identidad no precisamente que nos identifique. Hablemos de estar en otra frecuencia. Hablemos de otro tipo de conexión con el medio, con el mundo, con los sentimientos.
Sacamos a relucir lo que verdaderamente sentimos y obramos en consecuencia por el bien de uno mismo, por la sanación espiritual de nuestra alma que manifestará en el transcurso del tiempo sabernos sabios de una existencia. Dejamos en el rincón de la memoria aquello que nos dañara y convertimos en escuelas las palabras que invadieran nuestro sentir. Andamos el camino con la sapiencia de los pasos firmes que nos llevarán a un punto cierto de actitud.
De pronto se torna necesario valorar. Valoración a quienes nos acompañan sin condicionamientos ni trabas. Valorar al otro por lo que sabe aceptar de nosotros y diferenciar claramente que el mercantilismo se emplea en lo material, muy lejos de los sentimientos. Entonces nos preguntamos quiénes son realmente nuestros amigos, nuestra familia. Distinguimos algunos aspectos y conductas, también los compromisos. Valorar la actitud del otro y no claudicar a la esencia de uno. Entonces nos damos cuenta que son pocos y valiosos aquellos que entienden nuestras palabras, nuestro dolor, nuestro compromiso con la vida basada en la esencia del sentir. Sin caretas ni formatos. Sin mentiras ni falsos sentimientos.
Nos damos cuenta que la vida es uno y uno es la vida que queremos. Nada de imposiciones ni vacío. Erradicamos y a veces con dolor, lo que en determinado momento creímos cierto y dimos cuenta que fue solamente una farsa. Desenmascarar al otro desde uno. Sin enfrentamientos, solamente vale el silencio que será transmisor irrevocable de una expresión desde el alma, la expresión de sabernos sanos y libres de los males que algunos propagan con su disfrazas de la mentira. Con la coraza que les envuelve su propia inestabilidad emocional y profunda de su alma.
A veces, es necesario analizar y darnos cuenta que la profundidad del ser, está en nuestro propio sentir, hacia uno mismo y hacia los demás. Saber en realidad cuál es la valoración que los demás nos hacen por quienes somos y cómo sentimos.
Algo complejo que solamente comprenderán quienes están libres de los estereotipos y disfraces. Quienes sepan marcar la diferencia en la valoración por lo que se “es” y se puede “ser”. Carlos B. Pianesi – Escritor –Director de Revista Ética y Moral-